«Uno de los temas que más controversia ha suscitado en los estudios sobre la música moderna ha sido la relación de esta con la industria y las innovaciones tecnológicas, así como el control que las grandes corporaciones ejercen sobre la creación y las restricciones que imponen, en aras a conseguir un mayor beneficio económico.»
Desde sus orígenes a comienzos del siglo XX, la música popular ha estado estrechamente ligada a la industria y a las nuevas tecnologías, el relato de su historia resulta imposible sin hacer referencia a la mediatización que ambas han ejercido sobre los diferentes géneros que la conforman.
En las primeras décadas del siglo XX, la nueva música que revolucionaba el mundo, estuvo vinculada al surgimiento de la importante industria de la grabación y a las nuevas tecnologías que la hicieron posible: el gramófono como reproductor de un nuevo soporte (los discos de 78 rpm) y el desarrollo de la radio y del cine como medios de difusión. A partir de esta revolución inicial, todos los cambios importantes que han tenido lugar en la música popular se relacionan con modiicaciones tecnológicas e industriales: el origen y desarrollo del rock and roll de los años cincuenta está vinculado a la aparición de los nuevos soportes en forma de discos de vinilo (single de 45 rpm y LP de 33 rpm), viables debido al novedoso sistema de grabación magnética, y a la aparición de compañías independientes que popularizaron la nueva música, cuya supervivencia fue posible gracias al progresivo abaratamiento de los costes; de manera paralela, estas nuevas formas musicales se vieron refrendadas por su difusión a través de los canales ya conocidos —radio y cine— y de otros, como la televisión, que iniciaban por aquella
época su andadura.
A partir de los años 60 el estudio de grabación se convierte en un elemento clave de la creación musical, por el enorme potencial que despliegan tanto los procesos de modificación del sonido a través de la incorporación de efectos diversos al ya amplio abanico de posibilidades de los instrumentos eléctricos. Ahora bien, la progresiva sofisticación encareció de manera considerable las producciones, que requerían de una notable inversión, además de centralizarlas y especializarlas, buena prueba de ello es la enorme importancia que adquieren los ingenieros de sonido, que se sitúan a un nivel parejo o incluso superior a los propios creadores musicales.
Por todo ello, los avances tecnológicos no han sido solamente un soporte externo o un modo de producción musical, sino que, se han convertido en una condición apriorística para la creación musical, en un importante elemento para la definición del estilo y el sonido de los intérpretes, que ha tenido un papel relevante en la producción, distribución y consumo de la música popular.
Por último, podemos añadir que la industria ha tratado de dirigir la producción musical así como su posterior difusión a través de la constitución de grandes multinacionales, que por medio de sus filiales han abarcado extensas áreas geográficas, con un planteamiento general de diversificación, de tal manera que pueda quedar en sus manos el control y la supervisión de toda la cadena, desde la grabación del producto musical hasta sus formas de consumo; todo ello puede tener, sin duda, un efecto coercitivo sobre la creatividad del intérprete. Ahora bien, el grado de determinación que pueden ejercer las grandes compañías sobre los productos musicales y su significado no es absoluto, ya que las industrias culturales son plurales y se constituyen en contextos específicos,
lo que permite una cierta interacción entre el comercio y la creatividad y, en algunas circunstancias, un condicionamiento mutuo entre el negocio y la música.
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