«A mediados de la década de 1930, la palabra (dixieland) comenzó a emplearse en algunos círculos de músicos blancos. Luego pasó a la prensa especializada y, de allí, al público para perder, poco después, su connotación sureña». Richard Sudhalter
A finales de los año treinta, la Era del Swing estaba en todo su apogeo gracias a las big bands de Benny Goodman, Chic Webb, Glen Miller o los hermanos Dorsey (Jimmy y Tommy). El jazz de Nueva Orleans, así como su vástago, el dixieland, llevaban bastante tiempo desaparecidos.
La obra de pioneros como King Oliver o Jelly Roll Morton permanecía en el olvido. Algunas de sus figuras, como Nick LaRocca, fundador de la Original Dixieland Jazz Band, había abandonado la música para dedicarse al mundo de la construcción, mientras que el trombonista Edward <kid> Ory, que no sólo enseño el oficio a Louis Armstrong, sino que lo acompañó en las sesiones de los Hot Five y de los Hot Seven(1925-1928), se dedicaba a la cría de aves de corral.
Buenos tiempos para la vieja música
En 1939 el dixieland volvió para quedarse de la mano de una generación de intérpretes, entre los que descollaban los clarinetistas Pee Wee Russell y Joe Marsala, el saxofonista Bud Freeman, el guitarrista Eddie Condon entre otros.Todos ellos se empeñaron en recup0erar el viejo estilo de improvisación desarrollado en Nueva Orleans durante las dos primeras décadas del nuevo siglo. Su interés quizá estuvo motivado por el hecho de que , un año antes, Milt Gabler, propietario de una tienda de discos de Nueva York, fundase Commodore Records, un sello especializado en la recuperación y la grabación de aquel repertorio. Jelly Roll Morton, del que tan sólo circulaba una pieza grabada entre 1931 y 1937 por Wingy Manone, aceptó entrar en el estudio acompañado de Sidney Bechet, Red Allen y Albert Nicholas. Por desgracia, Morton comenzó a hacerse famoso tras su muerte, en julio de 1941, justo cuando el revival del dixieland llegaba a su fin.
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