Reunir a dos artistas independientes y conocidos en un solo álbum siempre ha sido una forma de generar interés en la audiencia. A veces es el resultado del deseo genuino de los artistas de trabajar juntos. Pero con mayor frecuencia, se trata de que las compañías discográficas y los productores decidan que una combinación conjunta de superestrellas sería una herramienta de marketing efectiva.
En raras ocasiones estas grabaciones conjuntas se convierten en un gran avance artístico para los participantes. De hecho, la mayoría resultan más como novedades que nada particularmente significativo. No es este el caso del álbum «Riding with the king» , una colaboración de blues de alto nivel iniciada por los propios artistas.
La institución del blues Riley B. King y la superestrella de rock británica Eric Clapton se conocieron en 1967, cuando ambos se presentaron en una sesión improvisada en el Café Au Go Go de Nueva York. Se mantuvieron en contacto a lo largo de los años y ocasionalmente tocaban juntos cuando los dos coincidían en el mismo lugar al mismo tiempo.
Si bien la música de King ha sido el epítome del blues, la producción de Clapton ha sido más variada tanto en estilo como en calidad. Desde el power rock de grupos como Cream y Derek & the Dominoes hasta discos más pop. En la década de 1990, Clapton volvió a dirigirse al blues y lanzó un par de grabaciones destacadas.
El que impulsa este proyecto es el propio Clapton al llamar a King y pedirle que tocara con él . Clapton eligió las canciones sujeto a la aprobación de King. El material abarca desde remakes de algunos de los primeros éxitos de King hasta un par de piezas del por entonces joven guitarrista de Texas Doyle Bramhall II, cuyo padre había tocado con Clapton.
Los dos guitarristas grabaron Riding with the King con miembros de la banda de Clapton, junto con músicos de estudio como el batería Steve Gadd y el teclista Joe Sample.
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