«Bebop era etiqueta que comenzaron a utilizar ciertos periodistas, aunque nosotros nunca la empleamos . Tan sólo se trataba de música moderna , así la llamábamos. No utilizábamos otro nombre; sólo era música». Kenny Clarke, batería de bebop
Los orígenes del bebop pueden rastrearse a comienzos de la década de 1940, concretamente en la labor de las orquestas de Earl Hines y Billy Eckstine. Sin embargo, sus desarrollos más atrevidos tuvieron lugar en los encuentros nocturnos que se celebraban en el Minton´s Playhouse y el Clark Monroe’s Uptown House, donde los participantes experimentaban con la técnica y el tempo.
Un nuevo movimiento iconoclasta
Allí fue donde el temperamental Kenny Clarke ensayó una nueva manera de tocar en la que acentuaba el tempo mediante improvisaciones, variaciones y todo tipo de ornatos que aportaban una rara belleza teñida de espontaneidad que se alejaba de la férrea disposición de los compases. Con él , Thelonious Monk , el pianista , comenzó a trazar modulaciones armónicas cada vez más sofisticadas, además de variaciones sobre conocidas melodías. Dizzy Gillespie y Charlie Parker se saltaban las reglas con total impunidad y prescindían del fraseo impuesto para producir caóticos estallidos de intensidad. Por aquel entonces, un puñado de músicos jóvenes reaccionó contra los clichés en los que se había encasillado el swing. Provistos de los conocimientos y la ambición necesarios, se empeñaron en desarrollar un nuevo lenguaje expresivo que pronto se difundió por los clubes que jalonaban la calle 52, justo entre la Quinta y la Séptima avenida.
El cisma
Con la aparición del bebop hacia 1945, el mundo del jazz se dividió de pronto en dos bandos opuestos y hasta cierto punto hostiles: el de los partidarios del nuevo estilo y el de sus detractores. Algunas figuras de la vieja guardia, como Louis Armstrong y Cab Calloway, no dudaron en atacarlo por su tempo desenfrenado, su ritmo excéntrico, sus armonías atrevidas y las melodías discordantes que impedían bailarlo y, sobre todo, comprenderlo. Otras, en cambio, como los saxofonistas Coleman Hawkins y Don Byas, se adaptaron con éxito a las innovaciones.
John Birks Gillespie, más conocido como <Dizzy>, se convirtió en uno de los representantes más conspicuos del nuevo movimiento, no sólo por su virtuosismo sino también por sus dotes innatas para el espectáculo, tal como lo atestigua su larga y renombrada carrera. En compañía de su socio y camarada Charlie <Yardbird> Parker, capaz de improvisar con su saxo a una velocidad vertiginosa, aportó un torrente de nuevas ideas, muchas de ellas basadas en los esquemas armónicos desarrollados en la Era del Swing, que sentaron las bases de un nuevo virtuosismo que cambió el curso del jazz.
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